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La cita de Papo enamorado con María Svarbova

Acrylic on canvas

120 x 130 cm

Ser uno. Pinté esta serie en plena pandemia, ante y durante el pico psico-social-político-pandémico-cultural donde sobrevivir y ser uno mismo se volvió denso. No saludar, no besar, no hablar, fue y es el propósito para conservar ese yo que tanto queremos conservar. Cada vez más fuerte la tecnología como sustituto del abrazo, cada vez más tú en un celular para ser el otro en el celular de alguien. Y de eso me agoté. Es la pintura mi punto de partida y destino siempre. Y dentro de mi producción mis autorretratos. Ellos (yo) son el teatro que necesito para besar, tocar, reír y besar a los otros. Decir, gritar, hacer y tener todo tipo de contacto con los demás. Desprenderme de Facebook, Instagram, Linkedin. Comencé a pintarme con toda intención de hablar, de comunicarme, y sin querer fueron uno, dos, tres, casi 50 obras donde desde el autorretrato encontré una tribuna personal y verdadera, sobre todo eso, real. Una manera de dar la cara a lo que me rodea, a lo que pienso y no digo, a lo que he dicho sin pensar incluso. Por eso me traje a mis flores conmigo, mis perros, mis miedos, mi guapería de barrio, todos conmigo. Decidí unirnos a todos en uno mismo, y de esta manera esa necesidad individual de expresarme y asumir criterios me hizo realizar esta serie de autorretratos. Cada quien se abraza a ideas y conceptos que considera vital para su existencia. Encuentro en mi propia imagen el modo correcto y la verdad más absoluta del ser.

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La imagen de uno mismo

Más allá de los límites de Narciso

En la primera muestra se unen cuatro artistas que se acercan a lo autorreferencial de modo distinto: Chuli Herrera desde la crónica de sus estados de ánimo con su serie de doce piezas Mirror Selfies; Elvis Céllez, desde un díptico que resume la condición subjetiva del autor, no sin sus habituales tintes de realismo y exposición de las condiciones sociales. Adrián Socorro, hace una introspección sobre cómo ser uno mismo, explorando constantemente las posibilidades no sólo de la superficie pictórica, sino las discursivas del género en sí en el siglo actual al presentar diferentes escenarios y crónicas de su cotidianidad. Alejandro Ramírez Astudillo se inserta con la pieza Experimentación no.11 (Proyecto gráfico-psicológico Alberto), un grabado que indaga en su relación con su hermano y las pautas que establecen su lazo filial. La imagen de uno mismo constituye el espacio de la contemplación, de la psiquis, de la alteración del espíritu, de la entrega del ser a sí mismo y sus perturbaciones. Es el ser y su imposibilidad de mantener su estado de equilibrio ante la esquizofrenia que lo circunda, aún más agravada en el horizonte histórico en que las piezas fueron creadas. La parte I confirma la vitalidad y persistencia del género, con códigos más frescos y válidos, desde un lenguaje que no teme valerse de tropos, auxiliarse del texto y contar desde lo íntimo.

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